por Salvador Marroquín. Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana. 1999–2002.
El término más empleado para designar el instrumento es guitarra, aunque se llama en algunas zonas del país guitarra-seis o seis simplemente, aludiendo el numérico a la cantidad de cuerdas que posee; en otros casos, seis se aplica como sinónimo de guitarra acompañante. Con el término quinto o requinto se alude a una guitarra de registro más agudo. Éste presenta dimensiones más pequeñas que las habituales para la guitarra, sobre todo en el diapasón, y se afina comúnmente una cuarta o una quinta más alta. El vocablo prima se usa de manera generalizada para calificar la función melódica o improvisadora dentro de un conjunto. Resulta también habitual escuchar la combinación de la palabra guitarra con el adjetivo criolla, adoptada para designar y discriminar los ejemplares de construcción nacional.
La construcción se realiza de forma artesanal; existen diversos grados de complejidad: desde la más rústica, como puede ser la talla del fondo de la caja, los aros y el brazo del instrumento en un solo bloque de madera, hasta la construcción por ensamblaje de las partes previamente elaboradas. Son muy variadas las especies maderables que aporta la flora cubana para la construcción de los cordófonos tradicionales y resulta común la selección de diversos tipos de maderas para cada una de las partes, tomándose en consideración sus propiedades para emplearlas en una u otra función. El cedro y el pino son las maderas de mayor utilidad, así como otros materiales como metal y hueso para partes muy específicas del instrumento, como los trastes, la baticola y los huesillos o cejuela. En la música folclórico-popular cubana, la guitarra se interpreta por pulsación mediante el punteo o el rayado de las cuerdas, en lo fundamental con las yemas y/o las uñas de los dedos, o con el empleo de un plectro denominado uña o púa. También puede añadirse una especie de anillo en el dedo pulgar para pulsar y marcar sólo los bajos o bordones. Mientras, con las yemas y falanges de la mano contraria se acortan o alargan las secciones de cuer- da vibrante al pisarlas o presionarlas. Según el tipo de pulsación que se realice se obtienen diversas calidades y duraciones del sonido. Asimismo es posible pulsar una o dos cuerdas de manera simultánea, y mediante el contacto de las cuerdas con las yemas de los dedos o el borde externo de la mano derecha puede apagarse la vibración. En cuanto a la mano izquierda, se utilizan con regularidad los dedos índice, medio, anular y meñique, mientras el pulgar se mantiene, de manera usual, por la parte trasera del brazo, sirvien- do de apoyo para el movimiento del resto de los dedos. Otro recurso es emplear el dedo en ceja o cejilla, lo que resulta de colocar el dedo índice sobre uno de los trastes presionando algunas cuerdas o todas, y así eleva la afinación del instrumento al producirse el acortamiento de las cuerdas. En la interpretación se utilizan varios recursos, como liga- dos ‑sencillos o simples, dobles o redondos, y en piezas de mayor elaboración triples y cuádruples‑, arrastres, portamentos o glisados y rasgueados 0 rayados. Otro recurso de interpretación es la tambora, la cual se obtiene por el golpe de la palma de la mano derecha o cualquier dedo de esta mano sobre las cuerdas pisadas o al aire, en la región cercana al puente; por la percusión de éste o de la caja propiamente, tanto en la tapa como en el aro superior o fondo con la mano derecha o con combinaciones de golpes de ambas manos en la guitarra. Estas percusiones suelen combinarse con acordes logrados por rasgueo y también con el punteado de las cuerdas.
La guitarra es practicada por individuos pertenecientes a todos los sectores sociales y participa en celebraciones laicas y religiosas, sola o junto con diversos instrumentos, con los cuales forma los conjuntos más variados. Participa en el acompañamiento del baile y el canto propios de la mayoría de los géneros de la música folclórico-popular, como las especies de punto campesino, casi todas las manifestaciones del son y las diferentes expresiones de la canción. También acompaña los cantos de los altares de cruz y los violines espirituales. En todos los conjuntos instrumentales y en los géneros citados su función principal es realizar el sostén armónico, en especial cuando aparece como único instrumento cordófono acompañante ‑generalmente de la voz- y cuando compone junto al laúd y al tres los conjuntos de punto y son, pues estos dos instrumentos se ocupan del desarrollo melódico y de la improvisación. Cuando se emplean dos guitarras, una de ellas cumple papeles de desarrollo melódico, de improvisación y de contracanto; la Otra acompaña sobre la base armónica de acordes en bloques o disueltos y resalta o bordonea los bajos, punteándolos. Si hay más de dos, comúnmente se dobla el acompañamiento armónico con los mismos sonidos, o se ejecutan acordes complementarios que coinciden con el desarrollo armónico establecido.
Ya con los primeros colonizadores españoles hay evidencias de la presencia de cordófonos. Se decía que en la villa de Trinidad, en el s. XVI, Juan Ortiz era gran tañedor de vihuela y viola, y en La Habana y otras villas también se reseña la presencia de estos instrumentos. En 1722, según expresa Laureano Fuentes, existían en Santa Clara pequeños grupos de guitarras y bandolas para regocijo de la población, y en Santiago de Cuba se señala la ejecución de violines, bajos y guitarras, así com grupos compuestos de guitarras, bandolas, pífanos y otros instrumentos que participaban en las fiestas populares de San Juan y Santiago Apóstol, en las misas de aguinaldo. En el s. XIX, según indica A. León, no faltan anuncios de libros de texto para tocar la nueva guitarra de seis órdenes y la puesta en venta de estos instrumentos. El empleo y auge de la guitarra fueron cada vez mayores en la sociedad colonial, tanto para acompañar el canto popular como la canción de salón. La gran aceptación del piano como instrumento acompañante se hizo extensiva, pero esta moda causó menos conmoción en cuanto al empleo de la guitarra, por la gran tradición que comenzaba a sentirse dentro de los llamados trovadores y en especial por la labor de José (Pepe) Sánchez, hábil guitarrista, iniciador de un movimiento vinculado a la cancionística cubana. Desde finales del XIX y hasta la primera mitad del s. XX se produce un incremento aún mayor en la interpretación y la enseñanza académica del instrumento, sentándose las bases para el establecimiento de la llamada “Escuela Cubana de Guitarra”, definida sobre todo a partir de la década 1960 con exponentes de renombre internacional como Leo Brouwer.