por Walter Sánchez (1) y Henry Stobart (2). Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana. 1999–2002.
1. Guitarra criolla.
De construcción artesanal, es semejante a la guitarra española, aunque puedenencontrarse modelos de un tamaño menor y con caja de resonanciadelgada. Consta de seis cuerdas cuya afinación es similar a la guitarra europea (Mi, La, Re, Sol, Si, Mi). Su técnica de ejecución es el rasgueo. Su uso está asociado a grupos culturales urbanos, no utilizándose en el ámbito campesino.
El arte de construir guitarras se inició desde períodos tempranos de la colonia. Su rápida implantación y dispersión puede detectarse en la documentación de la época. En efecto, n 1616 el padre Diego de Torres Rubio lo registra en su diccionario aymara recopilado en el espacio potosino: guitarra, tyncia; tincqa-guitarra, de donde posiblemente se irradia hacia otros centros urbanos y rurales. Esta rápida expansión posibilitó la aparición en pueblos y villas de mestizos artesanos especializados en su fabricación. Fue un oficio transmitido de padres a hijos. Paredes Candia subraya tal sistema de trabajo, en alguna manera hereditario: “Don Antonio Castellón, guitarrero cochabambino, era veterano del Pacífico el hijo, José Castellón tuvo el mismo oficio y los hijos de este continuaron en Oruro la fabricación de guitarras. Tenemos los Vargas cochabambinos; Nicolás Vargas el abuelo, Mariano Vargas el hijo y Ángel Vargas el nieto, fueron guitarreros y de los mejores”. Renombrados en la fabricación de instrumentos de cuerda y de guitarras en Cochabamba son Mariano Campos, Antonio Castellón y Tomás Fernández, quien se estableció en 1916 en la ciudad de La Paz. Su hijo Pedro Fernández continuó la tradición familiar, llegando a ser “sin lugar a dudas el mayor y mejor guitarrero” con que contó esta ciudad. En Sucre está Juan Miguez, famoso por la perfección de sus guitarras, que son piezas de museo. Esta amplia demanda ha dado lugar a que incluso se constituyan pueblos rurales especializados en la construcción de instrumentos de cuerda (guitarras y charangos) como Aiquile y Anzaldo en Cochabamba o Villa Serrano en Chuquisaca, al margen de los talleres artesanales urbanos.
Intérpretes
Desde el período colonial, la guitarra se vinculó a la población criolla, constituyendo un instrumento de esparcimiento y de serenata. Es así como pronto aparecen importantes intérpretes que la dominaron con gran perfección. En 1920 M. Rigoberto Paredes, haciendo un recuento de guitarristas, en el s. XIX, en la ciudad de La Paz, señala: “Los maestros más geniales a fines del período colonial y principios de la República [han sido] los siguientes: don Pedro Jiménez Abril y Tirado, natural de Arequipa entre sus composiciones, impresas algunas en Europa y que han merecido el aplauso de cuantos las conocen, es notable la obra titulada Mis pasatiempos al pie del volcán, arreglada para guitarra y piano. Después vienen los maestros Pedro Ledezma, Manuel Ascencio Álvarez, Juan Manuel Lizárraga, que también fueron directores en las bandas militares, y el célebre guitarrista José León Jurado, que compuso El juramento, pieza muy renombrada entre los músicos. Posteriores a éstos son Lorenzo Espalza, Carlos Pérez y Matías Vizcarra, Domingo Lazo y José Bravo, quienes dejaron composiciones para guitarra y para las bandas militares desde la época de Bélzu y Córdova. Siguieron a éstos Francisco Peña, Pedro Morales, Ventura Peñaloza, Pío Salva, José María Antequera, Eloy Salmón, Andrés Antequera, Manuel Antequera, Estanislao Miranda, Tomás Eduardo, Crispín Andrade y Portugal, Manuel Silvestre Paredes, autores de obras apreciables de guitarra, y José Manuel Ramírez, quien hizo varias composiciones para guitarra, entre ellas, el vals Las amazonas”. Antonio Paredes Candia, refiriéndose a los intérpretes de principios del s. XX consigna: “La ciudad de La Paz tuvo guitarreros famosos, mentados y apreciados por el pueblo. A principios del siglo vivió en el barrio de Caja del Agua el guitarrero N. Manzaneda; años más tarde, Zacarías y Vicente Carrasco, cuyo taller estaba situado en la calle Ancha, hoy avenida América otros guitarreros últimos fueron los Rivas en el barrio de Chijini, Orozco en la avenida Baptista, Rodríguez en San Pedro”. Cochabamba, centro criollo y terrateniente, fue también un espacio importante del desarrollo de la guitarra. A. Montenegro en un pequeño opúsculo señala: “Durante los días de los últimos años del s. XIX surgen como manifestaciones artísticas del momento los jóvenes Pablo Céspedes, Rodolfo Montenegro, César Macario Ochávez y José Manuel Dávalos, delicados cultores de una guitarra criolla Ya en años posteriores (1910 al 1920) aparece Adolfo Padilla, costumbrista del rasgueo y Emesto Matienzo, recio y fuerte; David Paz Méndez, puro y dulce, y Pedro Butrón, más compositor que ejecutante”. Sin embargo, la figura más destacada fue Alfonso Morales, eximio guitarrista muerto a los 27 años. A finales del s. XX quedaban muy pocos cultores de la guitarra criolla, destacando el maestro David Milán, notable en la interpretación de cuecas, huayños, pasacalles y en el acompañamiento. Dentro el campo guitarrístico académico es importante destacar al cruceño Piraí Vaca.
La guitarra y la música tradicional
El uso de este instrumento rebasó el sector criollo y fue adoptado por grupos principalmente artesanales. Puede considerarse que su uso dentro de los sectores populares tanto provinciales como urbanos fue más amplio. Se integró, a fines del s. XIX, en importantes estudiantinas de la ciudad de La Paz, como la Estudiantina Verdi (1904): la Estudiantina Paceña (1892): la Estudiantina Filarmónica Primero de Mayo, integrada sólo por artesanos; la famosa Estudiantina Charcas, dirigida por Edmundo Rodríguez Molina “el Mago”, un virtuoso de la mandolina y la guitarra. En Cochabamba igualmente era un instrumento destacado en la estudiantina homónima (1937–63), la Estudiantina 14 de Septiembre y a partir de 1961 en la Estudiantina Municipal. Ampliamente utilizada en las ciudades y pueblos, jóvenes manufactureros acompañaban sus coplas de contrapunteo y sus desafíos cantados con guitarras y charangos, tal como consigna el periódico El Heraldo en 1907: “Los que gozan en esta fiesta [Todos Santos] son nuestros sencillos artesanos que, a la sombra de cada árbol frondoso, improvisan en la campiña reuniones al aire libre, espantando a las aves con sus orquestas de instrumentos de cuerda y canciones intencionadas y humorísticas acompasadas con estruendosos palmoteos que pañuelo en mano, se entregan al famoso baile de la tierra”. Se incluyó en conjuntos instrumentales que durante la fiesta de Carnaval formaban parte, principalmente en las provincias, de comparsas acompañadas de acordeones, concertinas y mandolinas. Es ampliamente utilizada como acompañante instrumental de copleros populares (Valle Grande, Cochabamba y Tarija) e integrante de agrupaciones pueblerinas mestizas formadas por una guitarra y charango en pueblos coloniales de Cochabamba y del norte de Potosí. A partir de la década de 1960 forma parte de un nuevo conjunto musical urbano, el grupo folclórico, compuesto por instrumentos andinos (como la quena, el siku y las wankaras) y mestizos (charango y ronroqo).
2. Kitarra
En Ayllu Macha, al norte de Potosí, se utiliza un instrumento en forma de guitarra (kítarra usando la ortografía aymara o quechua) que se rasca para acompañar a los bailarines Wayñu (o de Wayñu) de la estación húmeda. La cara (tapa) está decorada con imágenes coloreadas de plantas en crecimiento y los lados están pintados en rojo o verde. Se usan cuerdas de metal junto con un “bordón” de nailon, que es la cuerda baja. Las melodías más comunes son la Charka (o Chatri) y el Yawlu (diablo).