El Concierto op. 30 es posiblemente la obra más atractiva de entre los conciertos para guitarra y orquesta clásicos que han llegado hasta nosotros.
Movimientos
- Allegro maestoso
- Andantino siciliano
- Polonaise
The complete introduction por Brian Jeffery (1985)
(extractos)
El primer concierto para guitarra y orquesta, opus 30 de Giuliani llega a nosotros en su versión orquestal de las partes impresas, de las que sólo un juego de copias ha sobrevivido hasta el presente. Este juego está en la Biblioteca Real de Copenague. La orquesta está compuesta de Violin I & II; Viola; Bassi e Violoncelli; Violin I & II Ripieno; Flauto I & II; Oboe I & II; Clarinetto I & II; Fagotto I & II; y Corno I & II.
El concierto también fue publicado en Viena como arreglo para guitarra y cuarteto de cuerdas. Otro arreglo fue realizado por Anton Diabelli para guitarra y piano. El tercer movimiento fue publicado también por Diabelli como Rondeau alla Polacca para dos guitarras.
El Concierto op. 30 fue ejecutado por Giuliani mismo el 3 de abril de 1808 en el Redoutensaal de Viena, y recibido con aplausos y entusiasmo. La performance fue un gran paso para su establecimiento como virtuoso allí, tan solo dos años después de su llegada a la ciudad. Thomas Heck cita la siguiente crítica en el Allgemeine musikalische Zeitung de mayo de 1808, que llama al concierto «la más destacada [composición] que haya sido escrita y ejecutada hasta el momento para este instrumento en Alemania»:
Viena, april [de 1808]. El tres, en el Redoutensaal, Giuliani, tal vez el más grande de todos los guitarristas vivientes, brindó un concierto que fue recibido con merecido aplauso. Uno debe escuchar al músico mismo para tener una idea de su inusual habilidad y de su ejecución precisa y de buen gusto. Tocó un concierto y unas variaciones con acompañamiento orquestal completo (ambas sus propias composiciones) que fueron tan encantadoras en sí mismas como la ejecución de Giuliani de las mismas. Nadie puede negarle admiración y aplauso, y la audiencia mostró un entusiasmo raras veces provocado aún por los mejores maestros. En la medida en que uno debe aclamar la más notable [composición] para guitarra aún escrita y presentada en Alemania–porque es cierto que Giuliani ha logrado las dos cosas–, en la medida, digo, en que uno debe aclamar esto, este entusiasmo debe ser alabado.
El mismo crítico después lamenta que Giuliani no haya aplicado su talento a algún otro instrumento:
Pero si uno considera la música en sí… Bueno, sólo traten de imaginar una guitarra al lado de una orquesta con trompetas y tambores: ¿no es incompresiblemente de aficionados dedicar tanto talento, como Giuliani ha hecho, a este instrumento perennemente falto de volumen? ¿O que [la audiencia] se interese tan animadamente en el virtuoso o que tenga a su arte en tan alta estima? No pude evitar pensar, mientras escuchaba, lo que la música habría ganado si este talento, tan increíblemente diligente y perseverante en conquistar las mayores dificultades, hubiese sido aplicado a otro instrumento más gratificante aún para el mismo músico. ¿No tiene cada instrumento sus propios límites decretados por la naturaleza? Y si éstos son violados, ¿no debe ser el resultado algo extrañamente artificial o aún más, deforme? Debemos poner a la guitarra de nuevo en su lugar–dejemos que se dedique a acompañamientos–y siempre estaremos felices de escucharla. Pero como instrumento solista sólo puede ser justificada y apreciada como «moda». Quiero aclarar que de ninguna manera pretendo degradar el verdadero valor de Giuliani como compositor o como virtuoso.
La referencia a trompetas y tambores parece implicar que la orquesta que escuchó el crítico incluía estos instrumentos. Pero las partes originales impresas no incluyen ni trompetas ni tambores. Tampoco las partes manuscritas existentes en la Bayerische Staatsbibliothek de Munich los incluyen, ya que tienen la misma instrumentación que el juego impreso. Parece que el crítico se dejó llevar por su propia elocuencia y quiso exagerar el contraste entre la guitarra y el poder de una orquesta incluyendo, en su descripción, instrumentos con más volumen que los que en realidad estaban presentes.
La primera publicación del Concierto op. 30 de Giuliani no puede ser datada con precisión pero puede ser ubicada entre principios de 1808 y mayo de 1810.
El arreglo de Diabelli para guitarra y piano data de algunos años más tarde. Es interesante que la parte de guitarra en este arreglo no se mantiene en silencio por 105 compases, como es el caso en la exposición orquestal. Sin embargo, la guitarra no deja de tocar en las secciones tutti posteriores como en la versión con orquesta, si no que otra vez tiene un rol reducido con acompañamiento de acordes. El resultado es que el concierto se transforma en este arreglo en un Grand Duo Concertant, en efecto, en el que el piano y la guitarra son socios más o menos igualitarios. Giuliani puede haber participado en la composición del acompañamiento de guitarra en las secciones tutti, pero es igualmente posible que Diabellia las haya escrito. El hecho de que fue publicado en 1822, tres años después de la partida de Giuliani de Viena, puede sustentar la posición de que Diaballi por sí mismo escribió el arreglo. Pero también sabemos, por las cartas de Giuliani a Artaria, que el guitarrista mantuvo correspondencia regular con Diabelli y es posible que Giuliani haya participado de su escritura.
(traducción de Hernán Mouro)